“Un acuerdo con el FMI lesiona la soberanía política y económica de nuestro país. Las potencias mundiales son las que dirán a la Argentina qué hacer y qué no hacer”, manifestóel titular de la CTA Autónoma rionegrina, Rodolfo Aguiar.
“Ya tenemos la experiencia de los noventa. Si no salimos a la calle, nos impondrán un nuevo plan de ajuste y una reducción del gasto público superior a los 30.000 millones”, agregó el dirigente.
Se trata de un arma para someter al país mediante un nuevo y drástico plan de ajuste
Tras la corrida cambiaria de la primera semana de mayo, el ministro de Economía Dujovne estableció un nuevo objetivo de déficit fiscal, que pasa del 3,2% al 2,7% del PBI, lo que supone un desfinanciamiento de la obra pública y gastos sociales.
“Más apertura comercial, ¿qué significará?”, se preguntó por otro lado, irónico, Aguiar. “¿Mayor apertura a las importaciones y destrucción de la producción nacional?”.
Las pautas impuestas por el organismo de crédito a las economías nacionales son más que conocidas. El último caso testigo es el de Grecia, país al que ahorcan desde 2010 para salvar las finanzas de las potencias de Europa tras la crisis de ese año.
La Argentina también ha sido víctima de las experimentaciones neoliberales del FMI, durante el menemismo. Las dolencias y el descontento social fueron evidentes. En 2004, por ejemplo, el presidente del organismo Rodrigo Rato debió arribar a Buenos Aires custodiado por la policía y sólo estuvo diez horas. Quería evitar a toda costa un linchamiento.
“Si este acuerdo se impone crecerán la pobreza y la indigencia. Nuestra Central Obrera debe convocar a un paro que permita poner freno al sometimiento al que nos quiere llevar el gobierno nacional”, agregó Aguiar.
El dirigente precisó además que el Ejecutivo se encuentra en un momento de debilidad política enorme y que, así como es condicionado por el capital financiero, la clase trabajadora también debe hacerse escuchar, en la calle, para evitar una catástrofe social.
Justamente, el Secretario General recordó que la CTA nació como núcleo de resistencia a las recetas del FMI durante la década del ’90, pelea que alumbró el 2001.