«Se trata de un hecho inédito para nuestra región, que puede generar un antecedente nefasto. El derecho de huelga es irrenunciable y está en la cabeza de los trabajadores. Este acuerdo es inconstitucional y pretende funcionar como garantía de la explotación laboral para uno de los sectores empresarios que más ganancias ha acumulado», señaló Rodolfo Aguiar, secretario general de ATE y CTA Autónoma de Río Negro.
«Ahora el saqueo de nuestros recursos en la Patagonia tiene por cómplices a sindicalistas confesos», continuó el dirigente.
Es que, en un hecho inédito, quienes son elegidos para representar a los trabajadores y defender sus derechos realizaron un convenio para “garantizar la paz social” a costa de traicionar a su clase en defensa de los inversores a quienes se les garantiza la productividad del yacimiento en Vaca Muerta y se les promete no realizar medidas de fuerza en este lugar.
Ambos sindicalistas acordaron la constitución de una Comisión Especial de Interpretación y Resolución de Conflictos (CEI), cuya función será la de actuar para “desactivar conflictos” sin llegar a paros o quitas de colaboración.
Extraña a la Central obrera tanta avenencia con sectores que se llevan grandes riquezas en el territorio dejando migajas y tierra arrasada. Al parecer no alcanza, y los referentes sindicales petroleros y de la construcción les garantizan también una mano de obra que no pueda reclamar por condiciones de trabajo justas, obligándolos a comprometerse a “no realizar o adherirse a medidas de acción directa, en cualquiera de sus formas o naturaleza, sea convocada en carácter local o nacional, que puedan afectar directa o indirectamente la exploración y/o la explotación de hidrocarburos no convencionales en toda la extensión geográfica de Vaca Muerta”.
La CTA señala la gravedad de este tipo de acciones que dejan a los trabajadores atados de pies y manos y a plena disposición de las reglas y las decisiones de las patronales. Pero más grave aún es que sean sus propios representantes quienes los entreguen a requisito de los grandes empresarios que siguen llenándose los bolsillos imponiendo sus propias reglas.